Había
una vez, cuatro
estaciones del año que
se hacían llamar la Primavera,
el Verano,
el Otoño y
el Invierno.
Cada estación era de una manera de ser, pero había dos que se
llevaban muy mal, ¿y quiénes se llevaban mal?, os estaréis
preguntando, pues el Invierno con el Verano.
Desde
que se conocieron el Invierno
y Verano, siempre
se han llevado mal,
pues al Invierno le gusta mucho el frío, que llueva y nieve, y sin
embargo, al Verano le gusta que haya más días de sol, que llueva
poco y que haga calor. Así que son como polos
opuestos.
Sin
embargo, un día se
juntaron las cuatro estaciones del año,
para resolver este problema. La Primavera viene después del
invierno, y con ella los árboles y campos empiezan a florecer, y
deja de hacer tanto frío. Y el Otoño, empieza después del Verano,
y con él, las hojas de los árboles se caen, comienza a hacer frío
y hay algunas lluvias.
En
la reunión que tuvieron, tanto la Primavera
como el Otoño les intentaban explicar al Invierno y al Verano que
deben llevarse bien,
pues gracias a los cuatro el ciclo de la vida en la Tierra es
posible.
La
Primavera dijo: "Invierno,
gracias a ti todos la seres vivos pueden vivir, pues existe el agua y
con los deshielos llenas los ríos. Y Verano, gracias a ti y tu
magnífico sol veraniego, hay vida en el planeta y un clima para que
los campos puedan terminar de florecer para darnos alimentos. Así
que, como
veis no sois tan diferentes".
Tanto
el Inverno como el Verano se quedaron pensando unos minutos, y
después el
Invierno dijo:
“es
verdad, Primavera, ahora lo entiendo, tenemos que estar unidos, pues
gracias a que cada uno desempeñamos una función a lo largo del
año, existe
la vida en el planeta".
Así
fue como la Primavera
y Otoño hicieron
reflexionar al Invierno y
al Verano,
haciéndoles ver que sólo estando
unidos,
y no enfrentándose, conseguirían
mantener el equilibrio en la Tierra.
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